21/03/2007
En estas últimas semanas se habla mucho en el occidente asturiano de falta de agua, y opino que se hace sin el necesario rigor, y, tal vez, con el propósito de confundir a la opinión pública, ocultando el problema de fondo. Es por eso que me dispongo a dar mi opinión con el ánimo de abrir un debate que ofrezca al ciudadano la posibilidad de hacerse su propia y libre opinión a partir de argumentos contrapuestos. Cuando no hay debate de ideas se impone la opinión de aquellos que tienen más medios y poder para difundir la suya. El resultado es un estado de opinión confuso, una especie de “pensamiento único” que no es otra cosa que opinión manipulada, con lo que el ciudadano puede acabar percibiendo escasez de agua aunque nunca hayan dejado de correr los grifos de su casa. Es precisamente eso lo que creo que buscan los que crean y difunden la alarma por medio de la prensa.
Centremos la cuestión:
I- Conviene aclarar de entrada que donde hoy falta agua es en algunos pueblos de algunos concejos del interior (como Grandas, Illano, los Oscos o Villayón, por ejemplo), que son por lo general los que menos ruido producen en torno al tema y los que van solucionando el problema de la manera que pueden con sus propios y precarios medios. En mi opinión, la falta de agua que padecen estos pueblos del interior se explica por el estado de marginación y de abandono general en el que se encuentran históricamente, que se traduce, entre otras muchas consecuencias, en falta de inversiones en infraestructuras para mejorar las captaciones de agua, ampliar depósitos, renovar las canalizaciones y promover del uso racional del agua. De no tener en cuenta este factor (abandono) no se entendería que padezcan escasez pueblos que se encuentran en la proximidad de embalses y de ríos.
II- Curiosamente, en cambio, las voces más alarmistas las emiten los alcaldes de las villas costeras (Navia y Coaña a la cabeza), que, en absoluto, han carecido de agua suficiente en ningún momento, pese a tener redes de distribución muy deficientes (auténticos coladores que pierden más del 50% del agua) y a no haber puesto en práctica jamás medida alguna de racionalización del consumo. Sus ayuntamientos, ni aplican el uso racional y responsable del agua a sus propios servicios, ni lo promueven realmente entre los ciudadanos y menos aún lo exigen a las empresas. A pesar de todo no les ha faltado agua en el mes más poblado de un verano especialmente poco lluvioso. No es extraño: estamos en la Cuenca Hidrográfica con mayores recursos de todas las de España y, dicho sea de paso, la que peor aprovecha esta inmensa riqueza. A pesar de todo no falta agua en la costa, mal que les pese a algunos. Para muestra el caso de Tapia de Casariego que, aun teniendo muchos visitantes veraniegos y regando su campo de golf, se permite el lujo de llevar hasta su depósito mucha más agua de la que su población y sus redes internas de distribución son capaces de absorber. Como consecuencia, su depósito derrama una enorme cantidad de agua, ya potabilizada, durante toda la noche y parte de la mañana, tal y como he podido comprobar personalmente y filmar a mediados de este mes de agosto. El caso de Navia es también uno de los más llamativos: ¿Cómo puede el alcalde de esta localidad alarmar o asustar a los vecinos con restricciones de agua, si resulta que su ayuntamiento extrae toda la que le viene en gana del Navia, sin ningún tipo de consideración por el caudal ecológico del río?.
Y si llegara a escasear realmente el agua, en las villas costeras, pienso que la primera medida tendría que ser la de restringir durante algunos días los usos no esenciales de la misma (riego de calles y de jardines, fuentes y estanques ornamentales, céspedes decorativos, etc …). Una medida que en absoluto tendría por qué suponer una pérdida de calidad de vida para la gente y que sería fácilmente entendida y aceptada. Pero resulta que para llevar más agua a estas villas, que se permiten derrocharla en un verano especialmente poco lluvioso en usos no esenciales se están gastando 5.000 millones de las antiguas pesetas (que acabarán siendo 6.000) en el trasvase de Arbón, que contempla un macro depósito de 25 millones de litros, una planta potabilizadora, seis depósitos locales y una inmensa red principal de distribución de más de 60 km. que llevará el agua hasta las villas costeras (desde Luarca hasta Vegadeo, ampliable a Cudillero) y no a los pueblos del interior que son los que en estos días están careciendo de ella.
Está claro que se trata de un trasvase absurdo e innecesario que tendrá un impacto socio económico y medioambiental muy negativo para el desarrollo del concejo de Villayón, que deteriora gravemente los dos pueblos en los que se asientan las principales instalaciones (San Pelayo y Arbón), que alarga la vida al caduco y peligroso embalse de Arbón, que reduce el caudal del río Navia, y que además es ilegal porque no se ajusta ni a la legislación española ni a la europea.
III- Pero, ¿para qué tanta agua para las villas costeras, cuando, aún derrochándola, ya tienen bastante, y cuando la población de todas ellas, incluida la de Cudillero, a penas supera las 25.000 personas ?, ¿para qué va a servir este trasvase?. No, no es que los promotores del trasvase de Arbón hayan perdido la cabeza. Lo que en realidad quieren, y no confiesan, es disponer de agua abundante para urbanizar toda la costa y regar campos de golf. Pero no nos dicen cual es el destino real del trasvase. No lo dicen, porque son conscientes del rechazo que suscitaría en la población. Efectivamente, la gente sabe perfectamente que el urbanismo especulativo no sólo no aporta riqueza y desarrollo estable, sino que destroza el territorio e hipoteca el futuro. La gente no quiere ver la costa machacada por campos de golf y residencias secundarias pobladas 30 días al año. Lo que los ciudadanos quieren es que el dinero público se destine a resolver problemas reales, y que sus representantes creen las condiciones para un desarrollo duradero que les permita vivir dignamente en sus pueblos sin tener que emigrar a las zonas que concentran toda la actividad económica y la riqueza. No se trata de oponerse a cualquier tipo de turismo como actividad económica para nuestras comarcas, sino sólo a aquel que es incompatible con el medio natural y con la belleza de nuestras costas que es su principal atractivo. Lo contrario sería matar la gallina de los huevos de oro. Lo que aquí se propone es que, en vez de campos de golf y otros lujos para forasteros ricos, visitantes de un mes, se gaste el dinero en obras públicas que mejoren la calidad de vida de los que todo el año viven y trabajan en esta tierra que necesitan piscinas cubiertas y campos de deportes, bibliotecas bien dotadas, cines, etc. (Tomen nota: no hay un solo cine entre Ribadeo y Aviles. En prácticamente la totalidad de nuestros pueblos y villas, no hay un solo espacio público cubierto donde poder hacer una celebración o una fiesta cuando llueve). Hay mucho en lo que gastar 6.000 millones. No me arguyan que son cosas de la iniciativa privada porque los campos de golf y los trasvases y los depósitos que los riegan los pagamos con impuestos y los desastres que causan en la naturaleza este tipo de desarrollo también los pagarán nuestros hijos y nuestros nietos.
Prácticamente todos los ayuntamientos costeros tienen en cambio proyectos urbanísticos descabellados e insostenibles, algunos de ellos, como Coaña y Navia por ejemplo, incluso anuncian su voluntad de hacer varios campos de golf, al tiempo que alarman insistentemente a la población por supuesta falta de agua en sus municipios para el consumo doméstico.
Esta fiebre urbanizadora no se limita a los concejos costeros, sino que tiende a contaminar también pintorescamente a algunos del interior. Es el caso por ejemplo de Villanueva de Oscos, cuyo alcalde amenaza un día con restricciones de agua y al día siguiente anuncia en la prensa su intención de construir un campo de golf. Es tan epidémico y voraz el virus urbanizador que infecta a muchos de nuestros representantes públicos, que el Ministerio de Medio Ambiente se está viendo obligado a expropiar fincas para salvar las costas ( en Candás, por ejemplo ) .
IV- Cabe, no obstante, albergar alguna esperanza de que tales disparates no consigan realizarse, porque aumenta cada día el número de personas que toman conciencia de esta realidad y se oponen al urbanismo especulativo y al trasvase de Arbón. Personalmente espero que estas gentes y sus colectivos consigan plantar cara a la situación, desenmascarar y desbancar las operaciones urbanísticas descabelladas en las que sus ayuntamientos están tan empecinados. También es de esperar que los habitantes de los pueblos del interior, que realmente necesitan mejorar sus sistemas de aprovisionamiento de agua presionen a sus ayuntamientos para que de una vez se dispongan a solucionar los problemas de infraestructura que padecen.
Convendría evitar que se imponga en nuestro territorio la llamada “mafia del ladrillo”, o lo que es lo mismo, la marbellización de la Costa Cantábrica. No dispongo aquí de espacio para exponer las consecuencias en términos de deterioro territorial, de corrupción económica y de descrédito para la democracia que este modelo urbanístico está causando en toda España y que no tiene parangón en la U.E. Le queda al ciudadano el consuelo de ver entre rejas a algunos políticos corruptos que lo han permitido y hasta propiciado.
“Hay muchas Marbellas en España”. “Los ciudadanos han perdido la confianza en las políticas urbanísticas bastardas de muchos ayuntamientos, al servicio de la avaricia especulativa de unos cuantos desaprensivos”. Acabo de oír estas palabras nada menos que del Ministro de Justicia, y las aplaudo, al tiempo que se debe esperar que el Sr. López Aguilar introduzca cambios legislativos básicos que condicionen el desarrollo urbanístico. En mi opinión, en materia de ordenación del territorio, el Estado debe recuperar importantes parcelas del poder que, en los últimos años, se han trasladado a los ayuntamientos y las autonomías. El Estado no puede eludir responsabilidades en este ámbito tan sensible para la integridad de nuestro territorio.
Señores alcaldes costeros: dejen de utilizar la sequía y los problemas de agua de algunos pueblos del interior para crear una alarma social ficticia. Atrévanse a poner sobre la mesa sus planes urbanísticos para que la gente pueda descubrir más fácilmente el truco. Vds no deben actuar como magos, porque simplemente son personas elegidas por los ciudadanos para representarles y resolver sus problemas reales mediante una gestión honesta, trasparente y participativa. Ojalá que las lluvias de estos días ahoguen por mucho tiempo los discursos insostenibles y se deje de utilizar la sequía para justificar fines tan ocultos como poco sensatos.
Tomás García, UAB, 21/03/07
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