miércoles, 21 de marzo de 2012

Escrito hace 37 años....Miguel Delibes

UNA REFLEXIÓN

  Cuando escribí mi novela El Camino, donde un muchacho, Daniel el Mochuelo, se resiste a abandonar la vida comunitaria de la pequeña villa para integrarse en el rebaño de la gran ciudad, algunos me tacharon de reaccionario. No querían admitir que a lo que renunciaba Daniel el Mochuelo era a convertirse en cómplice de un progreso de dorada apariencia pero absolutamente irracional.
 
Posteriormente, mi oposición al sentido moderno del progreso y a las relaciones Hombre-Naturaleza se ha ido haciendo más acre y radical, hasta abocar en mi novela Parábola del Náufrago, donde el poder del dinero y la organización -quintaesencia de este progreso- termina por convertir en borrego a un hombre sensible, mientras la Naturaleza mancillada, harta de servir de campo de experiencias a la química y la mecánica, se alza contra el hombre en abierta hostilidad.
 
En esta fábula venía a sintetizar mi más honda inquietud actual, inquietud que, humildemente vengo a compartir con unos centenares de naturalistas en el mundo entero. Para algunos de estos hombres la Humanidad no tiene sino una posibilidad de supervivencia, según declararon en el Manifiesto de Roma: frenar su desarrollo y organizar la vida comunitaria sobre bases deferentes a las que hasta hoy han prevalecido.
 
De no hacerlo así, consumaremos el suicidio colectivo en un plazo relativamente breve.
 
Su razonamiento es simple. La industria se nutre de la Naturaleza y la envenena y, al propio tiempo, propende a desarrollarse en complejos cada vez más amplios, con lo que día llegará en que la Naturaleza sea sacrificada a la tecnología. Pero si el hombre precisa de aquélla, es obvio que se impone un replanteamiento. Esto no supondría renunciar a la técnica, sino embridarla, someterla a las necesidades del hombre y no imponerla como meta.

 De esta manera, la actividad industrial no vendría dictada por la sed de poder de un capitalismo de Estado ni por la codicia veleidosa de una minoría capitalista.... Sería un servicio al hombre.

(Miguel Delibes, 1975)